Cuando la línea del tiempo se retrae en sí misma,
y se vuelve una avalancha de sucesos que se arrojan en masa y se convierten en el peso absoluto de la consciencia que cae como mil rayos al tiempo (y mil estruendos que le suceden);
Siempre quedará ese rotundo instante de luz,
que permite ver por un segundo el camino y de forma tan diáfana, que se puede trazar y recorrer como el retrato de un rostro mil veces acariciado;
Con los ojos cerrados,
y en medio de toda oscuridad.
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