Y de pronto me encontré, confundida por la lluvia que caía.
Estaba agachada. Las lágrimas caían copiosamente por mis mejillas
y se mezclaban con las gotas de lluvia que empapaban mi cara y mi cuerpo desnudo.
No entendía cómo había llegado hasta ahí;
pero al mismo tiempo, lo sabía claramente.
El peso de mis acciones,
mi dolor, mi culpa, mis miedos más atroces,
mis sentimientos confusos,
el tremendo dolor del abandono y el rechazo,
el amor y el desamor,
el peso de mi historia,
Mis raíces...
Mis raíces y su abandono.
(El suyo, no el mío,
pero también el mío).
Toda mi historia caía copiosamente con la lluvia
y
por fin
hacía todo sentido.
Mi desesperación, mi ansiedad,
mi búsqueda por la aprobación de quienes nunca lo merecieron;
mi desapego de los vínculos que me amaron y cuidaron
(porque el solo miedo a perderlos ya era insoportablemente doloroso).
Mi profundo amor
y mi herida violencia.
Todo hacía sentido.
Dolorosamente,
vulnerablemente,
como encontrarse desnudo en medio de una tormenta.
Un rayo iluminó todo por un instante.
Un rayo fue todo lo que necesité.
No sé cómo llegué hasta aquí,
pero no es eso lo que importa ni lo que me define.
pero sé quién soy, y sé,
por fin,
en medio de la más oscura tormenta,
hacia dónde debo dirigir mis pasos.
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